miércoles, 7 de diciembre de 2011

Un día me preguntaron como sería mi día perfecto, como sería el día más feliz de mi vida.
Me quedé pensando escasos segundos, no fueron más de dos o tres, pues como por arte de mágia, como si alguien ubiera diseñado mi discurso para que al pulsar un botón este saliera disparado por mi garganta, las palabras comenzaron a fluir sin más a través de mi boca:

"Mi día perfecto sería aquel en el que mi madre me despertara en semana santa de madrugada, a las cuatro para comenzar a prepararme para coger el avión, como hago casi todos los años. La diferencia sería que este año iría a ver a la única persona que realmente me hizo sentir algo sin tocarme, sin besarme, sin tan si quiera verme, pero que siempre confió en mi.
Ese día , al bajarme del avión, él estaría esperandome en el aeropuerto , sin ramos de flores, sin cajas de bombones y sin regalos. Estaría esperandome allí, junto a la máquina de refresco, con las manos metidas en los pantalones de los vaqueros. Sonreiria, aunque sus ojos aun no me habían encontrado, pero continuaban buscandome entre el gentío.
Al verme abriria los brazos y su sonrisa aumentaría aun más, me besaría, me besaría como si el mundo fuera acabarse en ese mismo instante, pues por un segundo, la tierra dejó de mantener nuestros cuerpos. Me susurraria al oido que me quiere y me abrazaría y lloraría, igual que yo. Pero esta vez nuestro llanto no sería debido a lamentaciones de que nunca podría tenerme realmente, esta vez, nuestro llanto se habia producido porque , después de meses de insistencia, habíamos logrado vencer a la distancia.
Pasariamos el ía abrazados, sin soltarnos el uno del otro, visitando lugares que yo nunca había visto, pero que el recorría cada mañana antes de ir al instituto.
Me daría quinientos besos por segundo, sin tratarme como a una princesa, pues yo no quiero eso, quiero que me trate como a una más, pero a la vez, como si fuera la única.

¿Qué pasaría el momento que tuviera que volverme a Gran Canaria?
Se aferraria a mi como un niño que se aferra a su oso de peluche, me llevaría a almorzar a cualquier hamburguesería de barrio y me diría lo especial que soy para él. Me llevaría a un lugar maravilloso, un lugar al que no había querido llevarme en todas esas horas que habíamos pasado juntos porque quería reservar para el último y allí, me diría que no me fuera, que me quedara con el para siempre. Luego nos besaríamos y en un sinfin de caricias, nos escapariamos, sin saber a donde ir, rompiendo los billetes de avion, tirando los teléfonos móviles para estar incomunicados .


Ese, sería mi día perfecto.

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